En la vida hay sucesos que nos causan enojos, cosas que pasan y que no queríamos que pasaran o cosas que no pasan y deseamos que pasen. En cualquiera de los casos un sentimiento de injusticia nos invade, pues las cosas no resultan como queremos y cuando este resultado a nuestro juicio depende de la acción o no acción de otra persona, entonces nos enojamos con alguien. Pero ¿Qué tanto debemos enojarnos? ¿Cómo debemos demostrar nuestro enojo? ¿Cuánto tiempo debemos permanecer enojados? ¿Qué debe sentir mi cuerpo cuando me enojo? ¿Qué resultados espero obtener al enojarme y demostrar mi enojo? En fin ¿Para qué nos enojamos?.
Esta es una reflexión que utilizo en mis sesiones de coaching cuando en la descripción del mundo de mi consultante observo este sentimiento. Son diversos los porqués del enojo y diversas también las maneras de llamarlo: Frustración, ira, injusticia, rabia, coraje, impotencia, odio, decepción y un juicio muy recurrente de que esta situación solo va a cambiar si el otro es el que cambia. Sin tomar en cuenta que el único capaz de controlar ese sentimiento es uno mismo. Si es verdad que el actuar de los demás no puede ser como nosotros queramos entonces nos toca cambiar el único ser en el que tenemos influencia única y verdadera: Yo mismo.
En nuestro afán por cambiar el comportamiento de los demás nos encontramos de pronto en una obra de teatro donde nuestro papel principal es demostrar nuestro enojo, por medio de los gritos, los movimientos corporales bruscos, golpes en objetos o incluso violencia física hacia la otra persona, utilizamos nuestro papel de enojados como la única posible solución al conflicto que nos llevó a esa situación. Pensando tal vez que la otra persona cambiara su actuar con tal de no vernos así otra vez. En las sesiones de coaching hemos descubierto que este comportamiento es poco o nada efectivo, pues a la otra persona puede interesarle poco si nos sentimos bien o no ya que no se puede tener compasión de una persona que nos está atacando física o verbalmente.
Puede ser que este sea un condicionamiento histórico pues el domino de los pueblos se ejercía a través de la violencia. Esclavitud, dictaduras, conquistas, etc. Se conseguían a través del terrorismo y la agresión hacia la parte dominada. En la educación de los hijos también hemos escuchado el uso del enojo como un método correctivo, ya sea con golpes, gritos o con la sola mirada amenazante los padres dominaban el comportamiento de los hijos. Y para que todo esto suceda se debe demostrar el enojo.
Pero volvamos a ver las preguntas del primer párrafo ¿Qué tanto debemos enojarnos? ¿Cómo debemos demostrar nuestro enojo? ¿Cuánto tiempo debemos permanecer enojados? ¿Qué debe sentir mi cuerpo cuando me enojo? ¿Qué resultados espero obtener al enojarme y demostrar mi enojo?
Tomando en cuenta que el enojo es un sentimiento negativo, debemos tomar también en consideración que esa escena de ira que montamos para representar nuestro enojo nos hace sentir mal, pasa de la actuación a un comportamiento real y sentido, nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos seden ante la actuación. El malestar generado es real y dañino. Entonces es cuando debemos aún más cuestionar el fin de demostrar mi enojo. Si lo que queremos es darle una lección a la otra persona, porque nosotros somos los que sufrimos, los que nos sentimos mal, los que acabamos abatidos y para colmo la relación con la otra persona acaba peor que antes. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para darnos cuenta que esta técnica no está siendo efectiva? ¿Cuánto tiempo más le dedicare de ahora en adelante a sentirme enojado?
Estas reflexiones han dado paz a las personas que me consultan, y es parte de lo que un Coach puede ofrecerte para el manejo de emociones. Porque si bien no vamos a dejar de sentir enojo por ciertos eventos si aprenderemos a controlarlo y reflexionar para encontrar la tranquilidad ante esos eventos y que poco a poco estos eventos sean observados desde otro sentir y dejen incluso de irritarme. Restaurando así las relaciones con los demás y con nosotros mismos.
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Hasta la próxima.
Antonio Gómez
Coach Ontologico
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